¿Por qué te posas sobre mí, incauta mariposa?
¿Por qué bebes la sangre que he derramado?
Puede que jamás vuelvas a tu rosa,
puede que ya te haya matado.
¿Cuántos cuerpos habré desangrado?
¿Cuántas almas habrán perecido?
Cuerpos olvidados en el prado,
caídos bajo el desgarro de mis colmillos.
Lágrimas de sangre amarga
recorren mi rostro cada noche,
siempre antes de la matanza,
me acompañan cual reproche.
Dulces risas lejanas
son como notas musicales,
transformadas en gritos
por el peor de sus temores.
Soy sierva de la oscuridad
y esclava de la sangre,
su perfume embriagador
me busca cada noche.
No volveré a sufrir,
la oscuridad perecerá.
Al bien me entregaré,
a su luz y claridad.
El Sol de nuevo renace
evapora de mis labios la roja miel
Y los rayos abrasadores
deshacen mi piel.
Adiós incauta mariposa
Jamás volverás a verme
el monstruo sobre el que te posas
se ha ido para siempre.